Cuadernos de historia

Por Ricardo Yattah

“Después de convencer a los Reyes de España, Marco Polo preparó las naves y se lanzó a la aventura de llegar hasta el Oriente siguiendo el movimiento solar. Descubrió las Indias que ya habían sido exploradas por los vikingos. 

Con idéntico fin, Cristóforo Colombo preparó sus caravanas y se internó en tierras orientales hasta llegar al Changai; allí plantó el señorío de España.

Marco no debió discutir con nadie sobre dominio alguno. Además, fue agasajado por cada pueblo que visitó.

A Colombo, en cambio, le costó lograr el reconocimiento de dominio sobre una parte del Changai. Para ello mantuvo enconadas discusiones con la Corona Española, de las que salió totalmente despojado.

En Europa nadie se preocupó por la infinidad de mercancías y especies traídas por ambos.

La historia siguió su curso, como mejor pudo. Marco y Colombo fallecieron. Y un día se encontraron en un navío solitario que surcaba el Pacífico ecuatorial. Se reconocieron de inmediato. Bastó que un guiño recíproco los motivara para intercambiar sus historias. Tenían la opción de alterar fechas y nombres. 

Pero no olvidaron en sus manuscritos a los reyes españoles. Los llamaron Católicos. 

Por lo demás, a las Indias se las bautizó América. Y el Changai quedó arrumbado en la historia hasta mediados del siglo XX, en que se lo rebautizó la China de Mao. 

Algún descendiente de los vikingos, todavía se ríe socarronamente. Sus ancestros llegaron a América recorriendo el norte de Asia y cruzando el estrecho de Bering.

Pero de los Reyes Católicos ya nadie recuerda que legaron a su descendencia un imperio donde no se ponía el sol”

Cuando estos cuadernos les fueron exhibidos al historiador Arnold Tonybee, dijo que eran apócrifos. Pues él ya los había ensayado mucho antes, detectando que la verdad histórica se había reordenado por sí sola. La historia es fatalmente determinista.

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