Para vos Cecilia
Por Ricardo Yattah
Una mañana de luz
allá en los años sesenta . . .
ya no recuerdo la fecha
pero si tu dulce rostro.
Fue un día de sol templado
allí al lado del mástil
y a pesar de los presentes
lloramos en solitario.
Tu sentencia singular
se grabó en mi mente frágil
nunca nadie me la dijo
con tu firmeza de siempre:
“Que la senda bifurcaba
hacia puertos ignorados
pero en alguno hallaría
los bemoles de la vida
los que atan y sobornan
durante el único cauce”
No pude decirte más
que
sin tu voz en el aula
me habría considerado
rengo de paso y mirada.
Tal vez en aquel quinquenio
clausuraste mis caprichos
de “veleta” empedernido
y
completaste de a poco
los perfiles de mis sienes.
Eso sí . . .
la Providencia
nos permitió separarnos
con las promesas inciertas
a todo encuentro futuro . . .
fue despedida y abrazo
y tu lágrima rebelde.
Quedamos en vernos pronto
y el tiempo hizo su obra . . .
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Y nos volvimos a ver
en aquel mismo lugar
y en una fría pared
leí tu nombre en ausencia . . .
hoy ya no puedo olvidarte
a pesar
no haber llegado
a aquella cita pactada.
La promesa se ha cumplido
aunque te fuiste primero
cuando piso el aula cuarta
tu memoria me conmueve . . .
San Andrés, 22 de agosto 2009