Urquiza que me amuraste
Por Ricardo Yattah
(en el final de mi vida)
sobre la mesa gastada del viejo café . . . me decidí aquella tarde tomar un submarino con medialunas de grasa . . . sabía que no me iba caer bien semejante mezcla . . . pero no me preocupé . . . total a esta altura me doy algunos gustos de última temporada . . .
y mientras degustaba la merienda . . . puse mi vista en la plaza (situada en diagonal) . . . y al mirar de soslayo por primera vez en la vida me di cuenta de que el cielo herido buscaba un diálogo mudo con la cúpula de hierro de la iglesia catedral . . .
en los últimos años . . . la zona dejó de interesarme . . . su desnudez insípida . . . la caminata de los sofocados . . . y . . . toda la nostalgia de lo que hubo sido . . . me obligaron mudarme a un pueblo chico del conurbano bonaerense . . . y desde allí concibo el mundo todos los días . . . apenas cruzada la barrera del siglo que me tocó vivir con avidez . . .
pero algo no escapa a mi recuerdo y . . . casi siempre camino cabizbajo hasta el andén que nunca fue . . . o que hubo sido . . . o acaso hoy es . . . y desciendo su escalinata extrema . . . para encontrarme con el único paisaje caro a mi solitaria existencia de poeta errante . . .
la casa del colegio . . . la esquina de las verjas verdes . . . las puertas grandes y solemnes . . . el escudo (o los escudos) . . . y una miríada de “graffiti” rompiendo a colores en desorden la blancura de la fachada . . .
cuando no entro a saludar a quiénes allí están . . . aunque los desconozca . . . me suelo quedar en la esquina fumando un cigarrillo y . . . mirándolo todo . . . como si fuera la última visión del paraíso terrenal . . . o de mi Apocalipsis de bolsillo . . .
pero el barrio tironea . . . las calles aledañas . . . las casas que fueron y siguen siendo . . . las doncellas de la ronda nocturna (o acaso vespertina) . . . y algún frente que alguna vez me entusiasmó para adquirir vivienda . . . y suelo gastar mis viejos zapatos en una larga recorrida . . . hasta que cansado retorno a la estación para abordar el tren del regreso . . .
¡porque no! . . . ya no podría vivir aquí . . . me haría melancólico o moribundo de a ratos . . . sin poder confesárselo a nadie en diez cuadras a la redonda . . .
pero hay días en los que vale el esfuerzo quedarme un rato más . . . solemos reunirnos personas maduras que hemos sido alumnos . . . para recrear el pasado . . . ¡y cómo lo recreamos . . . si hasta somos capaces de imaginarlo sin que nadie nos diga nada al respecto!
y como alguna vez allá a lo lejos . . . acostumbramos sentarnos en las mesas del restaurant Pueyrredón (ahora un bodegón de lujo) a comer algún bife de los que aún producen nuestros dirigentes com-pa-trio-tas (sic) . . . regado con un vaso de mal vino (porque los otros son caros . . . muy muy caros) . . . y cuando entonamos . . . vamos a visitar a Ezequiel Navarra (el de los billares de al lado) . . . pero ya no está . . . y terminamos recalando de nuevo en el Odeón . . . donde tampoco dejaron una sola mesa de billar o de escolaso . . . pero sí al fondo . . . sobre la pared que da a Pedernera recordamos que antes había una plaquita en homenaje a Baldomero (a Fernández Moreno . . . ¿te acordás?) . . . porque como poeta del barrio se sentaba por las tardes (a la siesta) . . . para escribir con la llaneza que lo caracterizó y . . . esas ganas locas de sacarse de encima la “depre” crónica pobrecito . . .
y el bar Asia . . . nadie se acuerda . . . allí al lado de la Iglesia . . . con su tintineo de pocillos en medio de la humerada tabáquica . . . y apostados en una sucia mesa . . . don Alfredo Kohn Loncarica (nuestro compañero ya fallecido) . . . nos daba clase de lo que quisiéramos . . . y aún de lo que no queríamos . . .
si habremos degustado la pizza de “La Florinda” . . . con un balón de cerveza recién tirada . . . “parados” como nos dejaron después en este mundo de barbarie . . .
eso sí . . . para que no hubiera desocupación . . . se la disfrazaba . . . dotando a cada ómnibus (los grandes de dos puertas, adelante y atrás) de un guarda aparte del chofer . . . el que cobraba el boleto . . . y a veces resumía su aliento a grapa recién empinada . . .
y los cines . . . y la Galería (la primera que existió) . . . todo venido a menos . . . no hay tranvías ni garitas . . . ni un solo agente en la esquina (ahora andan en patrulleros . . . sin patrullar nada de nada) . . . eso sí la taquería 38 . . . sigue mangueando de lo lindo . . . y si no les das . . . te hacen la vida imposible (motivo: viejo y bohemio) . . .
en aquella época . . . era un primor caminar por Rivadavia . . . avenida de ida y de vuelta de féminas hermosas y vestidos sugerentes . . . pero nada de desnudez . . . ésta la imaginábamos antes de requebrarlas con las mejores palabras del idioma . . . y a veces . . . a veces . . . nos daban parte . . .
qué ironía . . . si hasta el Social Rivadavia (milonga fina de rompe y raja) se ha quedado casi vacía del hembraje de ayer . . . y . . . quién es hoy capaz de dibujar en el piso la coreografía tanguera . . . al más puro estilo Cachafaz . . .
había un circo . . . a la altura de Boyacá . . . ¡si habremos soñado de chicos con montarnos en el trapecio!
y qué más . . . a ver si me acuerdo . . . ah . . . don Ramón con sus galerías, edificios nuevos recién construidos y los locales de las mejores sedas del orbe (importadas por derecha . . . seguro . . . he visto los despachos de Aduana en orden) . . .
y el Banco Nación . . . donde los “profes” de la casa cobraban los cheques de sus bajísimos emolumentos mensuales (no más de veinticinco horas . . . pues debía haber para todos) . . .
y el Provincia . . . mucho más jovato . . . donde podíamos pedir un crédito a sola firma sin garante ni macanas varias . . . y lo pagábamos . . . lo pagábamos . . . no éramos incobrables . . . la firma y la palabra ante todo . . .
y no puedo seguir . . . porque me acuerdo de la tarde soleada en que don Ángel me invitó a tomar un café (en realidad tomamos un vermouth con ingredientes qué más) . . . y me dijo . . . “mire mi amigo . . . nada de Mariano Acosta ni antólogo literario como yo . . . usted debe buscarse una salida utilitaria y . . . una vez diplomado aspirar a una mejor calidad de subsistencia . . . para sus legítimas ambiciones . . . y sobre todo porque debe mantener a su familia que tanto le dio en estos cinco años . . . me entendió” . . . sí claro . . . y le hice caso . . . no soy antólogo . . . pero cultivé la poesía al margen de la vida hedónica . . . y sigo siendo ante todo . . . “profe” (o ex) y poeta (o profeta) de esta perversa aldea a la que tanto queremos . . . (el barrio de Flores) . . .
y cada tanto . . . lo vemos venir caminando lento . . . con su pelo cano . . . y su mirada refulgente . . . a don Antonio (Galati) . . . quien no puede dejar de visitar la barriada de vez en cuando . . .
pero no . . . no quiero seguir . . . porque muchos ya no están . . . y enderezo el paso hacia la estación . . . me subo al primer tren que llega . . . y al pasar a la altura del colegio contemplo ávidamente el mástil sin bandera . . . acaso por última vez . . .
San Andrés, 21 de octubre 2008